domingo, 3 de noviembre de 2013

(3) Kalkan y Kas, la armonía licia

Desde la habitación tomamos esta foto a primera hora de la mañana del primer día. Estamos en Kalamar Bay, a las afueras de Kalkan.

Recién llegados a estas tierras tan poco conocidas (y para ello no hay más que encomendarse a San Google y ver lo poco que aparece) hacemos lo que todos o casi todos: reconocer el terreno para situarnos.
 
 Por eso el domingo una vez resueltas las cuestiones funcionales (nos entregaron la furgo de alquiler, recorrimos la casa a plena luz del día pues habíamos llegados con noche cerrada y hicimos la primera compra) para después irnos de excursión por los alrededores.

 Kalkan, donde estamos, aunque un tanto en el extrarradio, y la vecina Kas, las dos pequeñas poblaciones que hay en esta parte de Turquía. Y también empezamos a disfrutar de la casa, que es magnífica.

 Está realmente bien: cuatro habitaciones con sus respectivos baños, todas con vistas y terraza, un amplio salón con la cocina incorporada, espacio exterior sombreado, plantas y, claro, la piscina.
 
Y una de las habitaciones con dos camas supletorias en un cuarto anexo que no precisamos.

 Antes de irnos de excursión logramos montarnos un pequeño desayuno con las viandas que encontramos en el frigo y un poco de buena voluntad.

Parte del personal se fue a hacer la compra y Marién no tardó mucho en meterse en la piscina.



 La furgo, aparente y amplia, tiene muchas virtudes, entre las que destacan las antedichas y también una cierta antigüedad (2008), mucho para un coche de alquiler, y unos 200.000 km. En las cuestas, que abundan, tenemos que animarla ya que afoga un pouquiño, pero nos va transportando y a Alfonso se le da estupendamente llevarla.


 Toda Turquía está estos días sembrada de banderas y ya sabemos el motivo: el martes 29 es la fiesta nacional, conmemoración de la fundación de la república tal día del año 1913 por Kemal Atatürk. En la foto vimos cómo utilizaban una pala para colocar las banderolas en la calle.

En Kas nos sorprende que este pueblito de pescadores haya tenido tanto gusto para transformarse en una villa dedicada al turismo.

Hemos visto caminanes cargando con las mochilas- qué tiempos aquellos- y el camino Licio tiene cierta presencia.

Las calles mantienen su aspecto tradicional albergando en sus bajos tiendas, comercios y locales hosteleros, pero todo en un entorno equilibrado y limpio.

Las buganvillas todavía están en flor...

Ahora somos pocos visitantes, pero nos imaginamos que en temporada alta, verano, esto debe estar petado.


Hay flores y plantas por todos los lados, lo que da un toque más agradable al paisaje urbano. Por lo demás, nos olvidamos que estamos en Turquía, por los pocos pañuelos que se observan


En la foto superior, la tumba en piedra de un jerarca licio, una civilización del milenio anterior a Jesucristo.Llegada la hora seguimos el consejo del dueño de la casa, con el que Ana habló por la mañana, y nos fuimos a comer al restaurante VATI, del puerto deportivo, en las afueras. 

Un sitio pelín pijolis, con vistas y frente a una morea de barcos de vela impresionantes.

Probamos pescados de la zona guisados según los canones de la nueva cocina y unos postres (arriba) que nos encantaron.



Y después, recorrido por Kalkan para localizar a Osmán, el capitan del barco que tenemos reservado para pasarnos el martes navegando por la zona.


En esta foto se nos añadió el perro.

El puerto deportivo de Kalkan está también a tope, con yates de todos los tamaños, grandes también, y abundancia de veleros de madera, y la playa, como casi todas, de cantos rodados.

En este paseo nocturno descubrimos el sistema infalible para que se respeten las direcciones prohibidas: unos pinchos que si vienes de frente (de donde no debes venir) te revientan las ruedas. Tremendo, pero sin duda efectivo.

Y tras descubrir las terrazas de los restaurantes dan personalidad a Kalkan, para cenar al aire libre con grandes faroles y vistas al mar, nos retiramos tras una jornada agobiante de turismo. Nosotros cenamos en casa, porque se han descubierto unos extraordinarios cocineros y ayer le tocó a Alvaro y Paco. Así que junto a la piscina y en la calma de la noche, apuramos las últimas horas del día supertranquilos.

Y como no me he olvidado, os aclararé el enigma del aeropuerto de Dalamán a la llegada: la maleta de Mariem llegó rota y se hizo la oportuna reclamación. En principio, no había a quien hacerlo y en estas llegó nuestro taxista. Insistimos, retrasando la salida y dando mil vueltas por este pequeño aeropuerto, y al final consiguió a cambio otra nueva un poco más pequeña. Quedó la mar de contentiña.

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